Resumen del caso. En la madrugada del 23 de septiembre de 1978, dos pilotos chilenos en competencia a bordo de un Citroen GS 1220, Carlos Acevedo y Miguel Angel Moya, fueron abducidos y transportados a un lugar (¿una nave?). El fenómeno significó un salto de setenta y un kilómetros en la ruta y un missing time de cerca de dos horas.
Los inundó una luz “espesa” que elevó el vehículo.
Los inundó una luz “espesa” que elevó el vehículo.
De pronto se encontraron desplazándose en un “pasillo”. Toda la atmósfera era de intensa luminosidad, no se veían el cuerpo ni a su compañero, no obstante lograron conversar entre ellos. Durante su traslado por el pasillo Moya describió aberturas a ambos lados y unos seres pequeños de gran cabeza que circulaban indiferentes entre estas “puertas”.
Parte del diálogo textual fue:
— ¿Qué es lo que está pasando, huevón? —preguntó Acevedo aterrado.
— Parece que nos agarraron los marcianos… —fue todo lo que atinó a responder el otro.
— ¿Qué es lo que está pasando, huevón? —preguntó Acevedo aterrado.
— Parece que nos agarraron los marcianos… —fue todo lo que atinó a responder el otro.
Fueron desplazados por una especie de pasillo hasta una sala circular que “tenía un techo extraño, conformado por pequeñas pirámides” y había arriba un objeto parecido a una mesa.
Dos luces que rotaban descendieron hacia ellos.
Luego de un tiempo indeterminado, sintieron un sonido extraño y se encontraron nuevamente en su vehículo.
De regreso en Buenos Aires, y debido a que el fenómeno se había difundido a la prensa, les fue imposible pasar desapercibidos. Oficiales argentinos los entrevistaron y les solicitaron no hacer más declaraciones para no sembrar el pánico.
Lo extraño es lo que siguió a continuación. Tres sujetos desconocidos, que Moya los describió como de la NASA (por su aspecto), tuvieron una conversación atemorizante para nuestros ya aterrados y jóvenes pilotos. Entre las cosas que les dijeron y que Moya logra recordar fue, que no opinaran, porque ellos no sabían nada de nada, no sabían quien era Dios, y que no se metieran en esto (¡Como si lo hubieran solicitado!). Les quitaron el vehículo y las ropas que llevaban en el momento del encuentro. Dos días después les devolvieron el Citroen, pero no así las ropas.
No les dieron ninguna explicación ni les pagaron lo requisado. Los jóvenes pilotos, ya demasiado atemorizados, no atinaron a reclamar ni menos a exigir un pago.
Acevedo falleció pocos años después y Moya se las ingenió para apartarse. En la actualidad tiene un taller mecánico al Sur de Chile. Su último comentario fue: “Ahora, cuando salgo al aire libre, lo primero que hago siempre es mirar al cielo, siempre…siempre”
(Foto: Miguel Angel Moya en el momento de la entrevista)
Explicación oficial:
Felizmente no hay. Por la gran cantidad de testimonios que presenciaron la luz en el cielo y testigos que atendieron a los pilotos apenas ocurrido el evento, se optó por el amedrentamiento y echarle tierra al asunto.
Lo extraño es lo que siguió a continuación. Tres sujetos desconocidos, que Moya los describió como de la NASA (por su aspecto), tuvieron una conversación atemorizante para nuestros ya aterrados y jóvenes pilotos. Entre las cosas que les dijeron y que Moya logra recordar fue, que no opinaran, porque ellos no sabían nada de nada, no sabían quien era Dios, y que no se metieran en esto (¡Como si lo hubieran solicitado!). Les quitaron el vehículo y las ropas que llevaban en el momento del encuentro. Dos días después les devolvieron el Citroen, pero no así las ropas.
No les dieron ninguna explicación ni les pagaron lo requisado. Los jóvenes pilotos, ya demasiado atemorizados, no atinaron a reclamar ni menos a exigir un pago.
Acevedo falleció pocos años después y Moya se las ingenió para apartarse. En la actualidad tiene un taller mecánico al Sur de Chile. Su último comentario fue: “Ahora, cuando salgo al aire libre, lo primero que hago siempre es mirar al cielo, siempre…siempre”
(Foto: Miguel Angel Moya en el momento de la entrevista)
Explicación oficial:
Felizmente no hay. Por la gran cantidad de testimonios que presenciaron la luz en el cielo y testigos que atendieron a los pilotos apenas ocurrido el evento, se optó por el amedrentamiento y echarle tierra al asunto.
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