Volaron piedras, naranjas, botellas. El fuego llegó a las calles, con neumáticos incendiados. A fuerza de porras y gases lacrimógenos, la policía pudo contener la violencia y empujar a los manifestantes fuera del área del Congreso. No hubo heridos ni arrestos. Pero el clima estaba cargado con la misma tensión que se había respirado el día anterior, cuando en el marco de una masiva huelga general, manifestantes encapuchados y armados con palos desataron el caos en la capital, dejando un saldo de tres muertos.
Ayer los tambores de "guerra" volvieron a la
"Hemos hecho lo que era necesario, no lo que era fácil", intentó justificar el ministro de Finanzas, Yorgos Papaconstantinou, tras la votación del paquete. "Sin estas medidas, caeríamos en la peor recesión que este país haya conocido". Pero no todos los legisladores oficialistas estaban de acuerdo. Y el premier Giorgos Papandreu tuvo que echar a tres diputados socialistas que amenazaban con votar en contra de la medida. "Hoy las cosas son simples -les dijo-. O votamos y ponemos en marcha el plan, o condenamos a Grecia a la bancarrota".
Afuera, en la calle, la gente movilizada por el Partido Comunista Griego, bullía en las puertas del Parlamento, en una ciudad que amaneció con pintadas en sus paredes: "Cerdos" y "Ladrones"; insultos dedicados a la policía, los
"Esto es un chantaje. Hay dinero, pero lo gastan en cosas como armamento y
Durante tres horas, los manifestantes repudiaron frente al parlamento el paquete de medidas de ahorro. Al ser reprimidos, buscaron refugio en las callejuelas en torno a la céntrica plaza Syntagma. Allí la policía fue agredida con cócteles molotov. La situación se tranquilizó posteriormente. Y la policía desplegó fuertes unidades en el centro de la capital. Por todas partes se veían agentes de seguridad y los transeúntes eran sometidos a controles.
En las redes sociales, el debate entre los mismos griegos sobre la crisis que atraviesa su país, hervía.
En Facebook, Kostas Karakonstandis, se quejaba de la huelga general del día anterior que había terminado con tres muertos, incinerados en un banco incendiado por los manifestantes. Kostas también se quejaba del viejo mantra griego, "Den ftaio ergo" (no es mi culpa): "No es mi culpa, siempre es culpa del otro, del FMI, del gobierno, del Financial Times, de Wall Street, de todos menos de mí. Yo soy un simple empleado público griego, oprimido y pobre. Las víctimas (del fuego) de la inocente clase trabajadora, cometieron el error de ir a trabajar el día que la mafia decía que no debíamos. Qué desgracia".
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