lunes, 28 de junio de 2010

Decálogo de la amistad.




Es fácil querer tener un amigo, más difícil serlo.

No te preocupes de recibir sino de dar, y un enjambre de almas revoloteará a tu alrededor... Amar nos cuesta, hace daño a nuestro egoísmo pero es el precio que tenemos que pagar para cultivar la amistad verdadera.

No temas disgustar a tu amigo. Enséñale que el amigo verdadero es el que está dispuesto a disgustarnos cien veces con tal de sernos útil una sola vez.

Primer deber de un amigo: darle al otro un impulso hacía Dios pero no lo darás si te buscas a ti en algo.

Ábrete a los demás vaciándote tú. Tienes que ser como el río que alimenta el regadío y nunca niega sus aguas.

La confianza es vestíbulo de la amistad, el sacrificio es su santuario... Gánate ante todo la confianza y cultívala con el sacrificio por tu amigo.

No aceptes nunca a un amigo que no se atreva a contradecirte, que se haga cómplice de tu amor propio. Te ama sólo el que quiere tu bien aunque te haga sufrir.

No te dejes llevar del corazón ni de la prisa al elegir a tus amigos. Apunta con precisión y darás en el blanco.

La paciencia gana los corazones más rebeldes.

Aprende a amar con el corazón de Cristo. Una vez que el amor de Dios entra en un alma acepta lealmente todas sus exigencias. Una fuerza de invención, de creación, de revelación, se apodera de ella y la lanza hasta dar la vida: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos"

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